Los sistemas sanitarios ponen el foco en la necesidad de reducir el consumo de sodio a través de los alimentos, como prevención de diversas enfermedades.
Del 9 al 15 de marzo es la Semana Mundial de Concientización sobre el Uso de la Sal, en que los sistemas sanitarios a nivel internacional destacan la importancia de reducir el consumo diario de este producto agregado en los alimentos.
La apelación es a los responsables de la industria alimenticia y a toda persona encargada de elaborar alimentos para venta y consumo en el hogar.
La sal es una parte esencial de la dieta, pero la mayoría de las personas consume más de lo que se considera saludable. El consumo excesivo contribuye a elevar la presión arterial, que es uno de los factores de riesgo para las enfermedades cerebrovasculares, renales, obesidad, osteoporosis y enfermedad de Alzheimer.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, más del 30% de la población mayor de 18 años es hipertensa, es decir que su presión arterial supera el límite 140/90. De ellos, cerca del 50% no recibe tratamiento, ya que muchos desconocen su condición.
Lo recomendable es que los adultos consuman menos de 5 gramos de sal por día. Sin embargo, en la Argentina el consumo promedio es de 12 gramos diarios. El exceso de sal, mayoritariamente, se encuentra en los alimentos procesados, como el pan, comidas envasadas, preparaciones instantáneas, conservas y condimentos.
Ante ello, en el año 2013 se promulgó la ley Nº 26.905, cuyo objetivo es promover la reducción del consumo de sodio, a través de la concienciación en la población en general, acuerdos con la industria de los alimentos para la reducción progresiva del contenido de sodio en productos procesados, como también en la elaboración de pan artesanal.
La OMS afirma que, con el tiempo, las personas pueden cambiar su gusto por la sal. Si la disminución es gradual, en la misma manera querrá menos sal. Se debe evitar el consumo de comida ultra procesada, que se vende en bolsas o cajas, y elegir alimentos frescos, que son fuente de nutrientes reales y naturalmente más saludables.
Como alternativa para reducir el consumo de sal en las comidas, se pueden usar otros ingredientes naturales que aportan sabor, como orégano, apio, salvia, laurel, azafrán, perejil, albahaca, romero, tomillo, estragón, jengibre, ají molido, pimentón, etc.
Estos productos se pueden usar para sazonar carnes, pescados, aves, pastas, arroz, estofados, sopas, ensaladas, etc., de acuerdo con las preferencias particulares.