Opinión: Mónica Chama Presidente del Consejo de la Mujer Instituto Internacional de Derechos Humanos-América

06/05/2018 - Actualizado: 15/05/2018

Afortunadamente, hoy podemos celebrar que ante el nacimiento de un hijo -o una hija- tanto el padre como la madre pueden gozar de una licencia laboral para compartir su cuidado, incluso celebramos que después ambos puedan participar activamente en la crianza compartiendo responsabilidades y alegrías.
Motivos no nos faltan, todos disfrutarán mucho más.

Madre, padre, hijos, hijas...,nominaciones que nos alejan de la naturaleza y nos insertan de lleno en un linaje, en la cultura, en la subjetividad de una época.

Los humanos no tenemos cría, tenemos herederos.
Sin embargo... y también hoy, cuando se pone en discusión si se legaliza o nó la interrupción de un embarazo, la biología irrumpe colmando las discusiones y, detrás de apreciaciones justas acerca de la necesidad del cuidado de las mujeres,-sin duda las más vulnerables-, emerge una ausencia: la de los hombres.
Porque algo es innegable, es el cuerpo de las mujeres el territorio en el que se juega la vida...y tal vez la muerte. Sin embargo, hubo otro cuerpo, el de un hombre, que hoy puede quitar el suyo, pero no su responsabilidad. No se la quitemos nosotros.

Interrumpir, o nó, un embarazo no buscado, no esperado, es un hecho de total intimidad, una elección forzada que deja a las mujeres solas con su cuerpo y su alma. Y redoblar esa soledad desde el desamparo de lo social, de lo jurídico, desde la falta de una mirada que comprenda y acompañe ese difícil momento es, al menos, un acto de desamor con la vida, toda, y un acto de injusticia con quienes están más desampadas que nos debe interpelar.
Abortar significa que lo que iba a suceder no suceda. De allí que en el caso de un embarazo no buscado la mujer está forzada a elegir qué camino seguir, muchas veces en el estrecho margen de su vida socio-afectiva, sus lazos, sus recursos económicos..., y si elige no ser madre -al menos en ese momento- elige que no haya quien pueda devenir padre, al menos en ese momento. Decisión que dejará sus marcas, siempre singulares.
¿Quién puede condenarla? ¿Quién Juzgarla?

Pero lo que sí podemos hacer es pensar: la mujer pondrá y marcará su cuerpo y su alma, y el hombre? aborta ella...aborta él. Vayamos más allá de la biología y, sin duda, humanizaremos el debate.
No va a haber más abortos porque haya una ley que contemple su práctica pero habrá menos embarazos no buscados si la responsabilidad del acto se torna compartida.

Mónica Chama
Presidente del Consejo de la Mujer
Instituto Internacional de Derechos Humanos-América

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