El turismo en ríos y lagos está vigente todo el año en Salta

28/09/2013

Las vertiginosas bajadas de ríos de rápidos, la sensación de volar a 200 metros del suelo en canopy y los saltos en caída libre desde un puente en "bungy jumping" son opciones vigentes todo el año en Salta.

El eje de estas propuestas está en el dique Cabra Corral -o General Belgrano, tal su nombre oficial- y el río Juramento, a 60 y 80 kilómetros de la capital provincial, respectivamente, donde ese espejo de agua de 115 kilómetros cuadrados generó un microclima distinto al resto de la provincia.

Con el embalse, surgieron nuevas actividades para el turismo, como el rafting por el río Juramento, canopys sobre su curso desde las laderas de cerros laterales, el bungy jumping desde el puente carretero sobre el lago y las excursiones a las islas y de pesca.

Una de las de mayor demanda es el rafting en gomones, que bajan el Juramento durante una hora y media y cruzan vertiginosos rápidos y salen airosos gracias a la pericia de los guías.

Los pioneros en esta actividad son “Grillo”, un tucumano que practica kayak desde los 14 años -hace varias décadas-, y Frank, “El Alemán”, un germano que hace unos 16 años, cuando recorría América Latina en moto, se enamoró de Salta y se quedó a vivir.

En varios tramos del trayecto el gomón se desliza sin sobresaltos por aguas mansas durante varios minutos, que son oportunos para admirar los bosques bajos a la derecha del río, y los paredones de centenares de metros que lo encajonan por la izquierda.

El bote corre lento aguas abajo en esos momentos, pero el tiempo resulta escaso para observar las variadas bellezas naturales a ambas márgenes.

La situación es ideal para oír el canto de los pájaros escondidos entre las ramas y para el avistamiento de aves entre las piedras y el bosque, entre las que se destacan biguás, bandurrias, garzas blancas, charatas y loros barranqueros, además de algunos cóndores en la altura.

Por la derecha se yerguen los paredones sedimentarios de lo que alguna vez fue fondo marino, con sus oblicuos estratos ocres, blanquecinos y rojizos perforados por nidos de loros y cóndores y, detrás y más arriba, los cerros cubiertos de vegetación.

Desde el bote, "El Alemán" entretiene a los viajeros fantaseando sobre figuras naturales en relieve sobre las rocas, como una iguana gigante, un corazón, un tiburón y un canguro.

En otras partes, sobre la pared del cañón persisten restos reales de fósiles de algas marinas, crustáceos, hojas y huellas de dinosaurios y algunas pinturas rupestres.

De la base del rafting, vecina a la presa hidroeléctrica del dique, sale un sendero que demanda un trekking suave para subir unos 200 metros por la ladera hasta el punto más alto del canopy.

Desde allí, colgando en un arnés, se puede tener la ilusión de volar como los cóndores, al deslizarse por los cuatro tramos de cables que cruzan sobre el río hasta sumar unos 2.000 metros y culminar en la mencionada base.

La adrenalina de estas vertiginosas actividades es superada por la del bungy jumping, los saltos en caída libre que se hacen desde el puente carretero del embalse, a unos 37 metros sobre el lago.

La gruesa cuerda elástica que ata a la vida a quienes se animan a saltar alcanza justo para que la cabeza llegue a mojarse en el agua, aunque a una velocidad ya disminuida, y luego quede sostenido hasta ser asistido y recuperado desde un bote.

Para quienes quieren disfrutar sin sobresaltos de este espejo de aguas transparentes hay paseos en lancha o excursiones a la Isla de los Deseos, que está a un centenar de metros del puente y con un mirador en la cima, a 60 metros de altura, al que se llega por una escalinata de piedra desde el muelle.

Dicen que hay que pedir tres deseos al pisar por primera vez esta isla, que es un lugar ideal para picnics, con jardines en estrechas terrazas, asientos de piedra en varios miradores menores y sombrillas y servicio de bar en un quincho.

El lago también convoca a los amantes de deportes náuticos como el esquí, el velerismo en sus diversas expresiones y motos de agua, además de la pesca, tanto desde la costa, como desde el puente o embarcados.

Se consiguen buenas piezas de bogas, bagres, sábalos y dentudos, y numerosos catamaranes se alquilan para la pesca nocturna, que comienza con el anochecer, se prolonga hasta el alba, y en el medio incluye un asado de cena preparado por un asador a bordo.

También del sector del puente -localidad de Coronel Moldes- parten excursiones a la Isla de los Pájaros, ideal para avistaje de aves, y hacia las pinturas rupestres de Ablomé, en la ladera de una cerro a casi una hora en lancha.

Debido al microclima subtropical, los cerros están pobladas de árboles autóctonos, como tusca, chañar, mistol, tipa, quebrachos blanco y orco, palo borracho, guayacán y el infaltable algarrobo.

Ese ambiente alberga una variada fauna, con especies como liebres, quirquinchos, hurones, oso melero, zorro, gato montés, puma y pecarí, además de peligrosas serpientes, como la yarará y coral, aunque no siempre están a la vista del turista.

Télam

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