Edda Díaz, entre el humor y el dolor
04/11/2011
Una gran puesta en la que esta maestra del humor se pone en la piel de una ama de casa, madre y abuela que relata, en complicidad con el espectador, lo que fue su "suerte".
La joven que otrara se había casado con un príncipe azul, es ahora una mujer que no abandona el humor, en el que se refugia para mitigar el amargo tránsito de una mujer golpeada.
La reina encantada que desnuda su desencanto, en medio de anécdotas agridulces, intensas, tiernas, con una carga aguardentosa de humor que exorcisa la fatalidad que le tocó vivir: la de ese destino de mujer entregada a su madre, a su esposo, a su suegra, luego a sus hijos, a sus nietos y que significó la entrega de su tiempo y parte de su dignidad de mujer, que se ensombreció con la vergûenza.
El personaje va y vuelve en el recuerdo a diferentes momentos de su vida y Edda le pone el cuerpo con la capacidad suficiente para ver a esos otros personajes que la acompañan desde la imaginación y conmover y hacer reír.
En medio de todo ese movimiento emocional, llega el discurso sobre la mujer golpeada, esa que está ahí, en su casa, pero que va ubicándose, corriéndose del lugar de la reina, del amorcito para asumirse dolida, golpeada y, al fin, escapar de esa realidad, gracias a una amiga que sacude su negación.
Ver a Edda Díaz es asistir a una clase de actuación, en esa forma de componer el personaje, en esa forma de llevar al público a lanzar la carcajada, a prestar atención a esa mueca, a esas inflexiones en la voz, a su extraordinaria forma de sentar en su lugar hasta el final al espectador. Y cómo no iba a ser así, con 45 años de trayectoria.
Julio Frias para L@Hor@
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