Alicia Kirchner: "La continuidad de Cristina para una sociedad más justa"

01/07/2011

Alicia Kirchner: "La continuidad de Cristina para una sociedad más justa"
El kirchnerismo –al igual que el primer peronismo en la década del cuarenta-instituyó al Estado como un poderoso y activo sujeto de inclusión. Este tomo sobre sus espaldas desde 2003, su rol indelegable de árbitro en la contraposición de los intereses de clase inherentes a cualquier sociedad, en la conciencia que sin su intervención era imposible revertir el largo proceso de modelo rentístico liberal que reproducía incesantemente, y sin piedad, una desigualdad inaceptable.
Esta concepción doctrinaria del papel del Estado en la modernidad, retoma desde su definición un valor fundante de la democracia: la reasunción de la política como eje de las decisiones soberanas de una Nación.
El Estado como pueblo jurídicamente organizado, asume sus potestades legales neutralizando los excesos del poder fáctico de las grandes corporaciones empresariales y mediáticas, que se habían acostumbrado a tomas las decisiones de peso del país al margen de los poderes de la Constitución
Esta restauración genuina, legítima es lo que el liberalismo denomina eufemísticamente, estatismo.
El establishment siempre clamó por un estado mínimo, minúsculo.
Porque es mas manipulable, para que no opere como balanceador de las desigualdades sociales, para que no discipline a los evasores, para que no impida la sangría de divisas al exterior, para condicionarlo a tomar  préstamos internacionales usurarios y el cobro de las respectivas comisiones por sus agentes locales, y también para pagar mínimos impuestos.
El “gasto público era el causante de todos los males nacionales y se ponían como falsos ejemplos a seguir, lo que supuestamente ocurría en los países mas avanzados”.
En el ultimo lustro el gasto público en Argentina promedió un 35 % del PBI, mientras que en los “países evolucionados” como Austria, Suecia, Italia o Alemania supera el 50 % del PBI, lo que muestra la falacia argumentativa con que durante años bombardearon
Los gurúes coloniales.
Para el movimiento nacional y popular el “gasto” es inversión en desarrollo social, en represas hidroeléctricas y atómicas, cloacas, agua potable, caminos, hidrovías, educación, salud pública, asignación universal por hijo, aumento periódico de jubilaciones o computadoras para los jóvenes; para ir construyendo la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación.
La disputa cultural del sentido de las palabras fue tan intensa como la defensa de sus intereses materiales por parte de la ideología neo-liberal.
La tarea de restituir los sentidos comunes de una genuina República fue una de las empresas mas arduas de nuestro gobierno.
Cuando la escritora y ensayista Beatriz Sarlo admite que el kirchnerismo ha ganado la batalla cultural está expresando –desde la vereda de enfrente y a su pesar- que el gobierno ha logrado naturalizar el objetivo de construir u capitalismo moderno y autónomo con derechos sociales para las grandes mayorías. Y que ya no es visito por la sociedad argentina como un anacronismo, una utopía grosera o un contrasentido histórico, como lo muestran los arrolladores resultados electorales de este año.
Hoy, cuando la doctora Kirchner manifiesta su decisión de presentarse a la reelección, no está aspirando a administrar lo que estaba establecido, como los débiles gobiernos de la pos-dictadura, sino a continuar un modelo de transformación que le ha cambiado la cara a la Argentina.
Para rectificar lo que hay que corregir, extender y profundizar los innegables logros obtenidos y sobre todo, mantener con coherencia un proyecto nacional que nos ha devuelto la autoestima, que ha convocado a la actividad política a miles de jóvenes, que provoca el retorno de técnicos y científicos que se habían ido del país, que nos ha llenado  de prestigio en el exterior –como sintetizó magistralmente el gran presidente brasileño Lula Da Silva- y que ha logrado que las mayorías  populares sientan que este gobierno les pertenece.

Alicia-Kirchner

El kirchnerismo –al igual que el primer peronismo en la década del cuarenta-instituyó al Estado como un poderoso y activo sujeto de inclusión. Este tomo sobre sus espaldas desde 2003, su rol indelegable de árbitro en la contraposición de los intereses de clase inherentes a cualquier sociedad, en la conciencia que sin su intervención era imposible revertir el largo proceso de modelo rentístico liberal que reproducía incesantemente, y sin piedad, una desigualdad inaceptable.


Esta concepción doctrinaria del papel del Estado en la modernidad, retoma desde su definición un valor fundante de la democracia: la reasunción de la política como eje de las decisiones soberanas de una Nación.

El Estado como pueblo jurídicamente organizado, asume sus potestades legales neutralizando los excesos del poder fáctico de las grandes corporaciones empresariales y mediáticas, que se habían acostumbrado a tomas las decisiones de peso del país al margen de los poderes de la ConstituciónEsta restauración genuina, legítima es lo que el liberalismo denomina eufemísticamente, estatismo. 

El establishment siempre clamó por un estado mínimo, minúsculo.

Porque es mas manipulable, para que no opere como balanceador de las desigualdades sociales, para que no discipline a los evasores, para que no impida la sangría de divisas al exterior, para condicionarlo a tomar  préstamos internacionales usurarios y el cobro de las respectivas comisiones por sus agentes locales, y también para pagar mínimos impuestos. 

El “gasto público era el causante de todos los males nacionales y se ponían como falsos ejemplos a seguir, lo que supuestamente ocurría en los países mas avanzados”.

En el ultimo lustro el gasto público en Argentina promedió un 35 % del PBI, mientras que en los “países evolucionados” como Austria, Suecia, Italia o Alemania supera el 50 % del PBI, lo que muestra la falacia argumentativa con que durante años bombardearon los gurúes coloniales.

Para el movimiento nacional y popular el “gasto” es inversión en desarrollo social, en represas hidroeléctricas y atómicas, cloacas, agua potable, caminos, hidrovías, educación, salud pública, asignación universal por hijo, aumento periódico de jubilaciones o computadoras para los jóvenes; para ir construyendo la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. 

La disputa cultural del sentido de las palabras fue tan intensa como la defensa de sus intereses materiales por parte de la ideología neo-liberal.La tarea de restituir los sentidos comunes de una genuina República fue una de las empresas mas arduas de nuestro gobierno.

Cuando la escritora y ensayista Beatriz Sarlo admite que el kirchnerismo ha ganado la batalla cultural está expresando –desde la vereda de enfrente y a su pesar- que el gobierno ha logrado naturalizar el objetivo de construir u capitalismo moderno y autónomo con derechos sociales para las grandes mayorías.

Y que ya no es visito por la sociedad argentina como un anacronismo, una utopía grosera o un contrasentido histórico, como lo muestran los arrolladores resultados electorales de este año. Hoy, cuando la doctora Kirchner manifiesta su decisión de presentarse a la reelección, no está aspirando a administrar lo que estaba establecido, como los débiles gobiernos de la pos-dictadura, sino a continuar un modelo de transformación que le ha cambiado la cara a la Argentina.

Para rectificar lo que hay que corregir, extender y profundizar los innegables logros obtenidos y sobre todo, mantener con coherencia un proyecto nacional que nos ha devuelto la autoestima, que ha convocado a la actividad política a miles de jóvenes, que provoca el retorno de técnicos y científicos que se habían ido del país, que nos ha llenado  de prestigio en el exterior –como sintetizó magistralmente el gran presidente brasileño Lula Da Silva- y que ha logrado que las mayorías  populares sientan que este gobierno les pertenece.

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