Español for export

03/01/2010

Argentina ya es una meca para el llamado “turismo idiomático”: son turistas que llegan de todo el mundo para aprender el castellano pero también para viajar y conocer el país. El año pasado fueron más de cien mil. Y dejaron divisas por dos millones de dólares.


Que el dólar barato. Que hay mucho para conocer. Que la magia del tango. Que los docentes son muy buenos. Que Buenos Aires es tan europea. Motivos hay una variedad; el resultado, uno solo. La Argentina se convirtió en uno de los países donde más extranjeros estudian español. El fenómeno viene creciendo desde hace un tiempo, pero ahora ya es un boom. Se estima que en 2009 más de 100 mil personas viajaron a este costado del mundo con ese propósito. Hay agencias que ofrecen paquetes de turismo que incluyen cursos para aprender el idioma. Las escuelas e institutos ya son más de cien. A la movida se sumaron las universidades, tanto públicas como privadas, que ofrecen ese tipo de estudios. También creció el aporte estatal para promocionar el “turismo idiomático”: el Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur) viene trabajando en conjunto con los centros y acaba de participar en una reciente exposición internacional sobre ese rubro que se hizo en Berlín. Durante 2009, el movimiento de estudiantes-turistas implicó ingresos para el país por más de dos millones de dólares.

En 2005, los extranjeros que llegaron al país para aprender o perfeccionar el castellano fueron algo más de 23 mil. En 2008 fueron 71 mil. Para 2009, las cifras aún no están cerradas, pero en el Inprotur calculan un crecimiento aproximado de un 50 por ciento respecto del año anterior.

La estadía promedio en el país de los turistas que llegan a estudiar español es de 4 a 10 semanas. ¿Puede alguien aprender el idioma en ese lapso? “El tiempo para aprender depende de cada uno y las motivaciones que tiene, si viene con una base, en dos semanas lo puede poner en práctica”, responde Francisco Daniel Franco, uno de los socios de la Academia de Buenos Aires. Franco empezó alojando extranjeros en su casa y uno de sus huéspedes, un hombre alemán, terminó siendo su socio para crear la escuela, que funciona desde 2004. Empezó con 15 alumnos y ahora llega, en el momento de mayor demanda, a 60. En las escuelas no hay ciclos académicos: “Nos movemos con el turismo, hay temporadas altas y bajas”, dice Franco.

–¿Cómo llegan los alumnos?

–Uno es el boca en boca, pero también muchos ya vienen con el curso incluido en el paquete turístico que compraron en una agencia.

El que no sabe de temporadas altas y bajas es el alemán Ingo Schaller, un ingeniero en biotecnología de 38 años que llegó porque su esposa es empleada en Volkswagen y fue trasladada a Buenos Aires. Entonces se tomó un año sabático en su trabajo y ahora aprovecha para aprender el español. Llegó en abril y ya lo habla con una fluidez que sorprende. Sólo le queda pulir el acento. “Fue un curso intensivo –confiesa–. Cada día cuatro horas, desde abril a octubre. Después solamente algunas horas para corregir los errores y mejorar el estilo de escribir.” Mientras aprendía el castellano, no se privó de viajar: estuvo en Mendoza, Cataratas y hasta fue en auto a Salta. Ahora planea ir a El Calafate y Bariloche.

En la Academia Buenos Aires el mayor flujo de alumnos proviene de Alemania. Ilse Enz-Bürk representa otro perfil de los que vienen a aprender el idioma: es profesora en Lenguas y busca perfeccionar el español. Hace cuatro años ya estuvo en el país y ahora regresó: “Para mejorar mis conocimientos y para visitar la Argentina. Me gusta la calidad de enseñanza”, explica. Ilse tiene 62 años y con su español dará cursos en empresas alemanas a empleados que deban viajar por trabajo a Sudamérica.

El extranjero promedio que viene a estudiar español es de clase media y media alta, tiene entre 20 y 30 años, es universitario o profesional y tiene interés por la cultura y la tradición local. Así, el turismo idiomático es un generador interesante de divisas. Según las proyecciones del Inprotur, en 2009 el rubro movilizó unos 2 millones de dólares.

La enseñanza del español a extranjeros en realidad lleva muchos años: tradicionalmente era requerida por miembros de embajadas o profesionales y empleados de empresas extranjeras. Pero desde la crisis de 2001 creció al ritmo de la devaluación. Y en los últimos tiempos se consolidó. El crecimiento obligó a mejorar la oferta: los centros de idiomas debieron profesionalizarse y certificar su calidad académica.

La actividad no está regulada, aunque dos entidades que agrupan a diversos institutos buscan aunar criterios. Una de ellos es la Asociación de Centros de Idiomas, que nuclea a más de 40 centros en todo el país. “Lo que buscamos es que haya un piso básico de calidad académica, la formación de los docentes, el material didáctico y, sobre todo, trabajar en red para que la actividad sea sustentable”, explica Jimena Sabagh, coordinadora de la Asociación. La otra entidad es la Aacele, la Asociación Argentina de Centros de Español como Lengua Extranjera, que agrupa a 16 institutos. “Nuestros asociados son sólo escuelas dedicadas al español como lengua extranjera”, detalla Lorena Belcastro, presidenta de Aacele y directora de Baspanish. También explica que la entidad busca una autorregulación: “El sector creció tan rápido que el tema de la calidad nos preocupaba. Como no hay un marco legal, algunos alumnos se iban disconformes, por eso junto a la Secretaría de Turismo definimos algunas pautas para garantizar que los asociados estuvieran en regla”.

 

–¿Qué significa estar “en regla” si el sector no está regulado?

 

–Definimos pautas como que un mínimo del 80 por ciento del personal fuera graduado en lenguas extranjeras, lo mismo que el director académico, que estén en regla las condiciones edilicias, que se paguen los impuestos, etcétera.

 

Quienes se sumaron también a la movida fueron las universidades: centros de idiomas de diversas facultades incorporaron el español. Y algunos empezaron a funcionar en forma conjunta: la Radet (Red Argentina de Turismo Idiomático), está conformada por cuatro universidades nacionales: Litoral, Cuyo, Salta y Patagonia, para que un estudiante-turista pueda empezar un curso en español en un lugar del país y seguirlo en otros sin perder la continuidad del estudio. Así los alumnos cursan un único ciclo, pero en diversos paisajes del país.

Las provincias tampoco dejan pasar la oportunidad. La Agencia Córdoba Turismo, por ejemplo, trabaja junto a una red de ocho institutos y dos universidades nacionales para promocionar el estudio del español en la provincia. También sucede en Mendoza, Salta, Misiones, pero incluso en Santa Fe: allí el gobierno abrió un registro de institutos y ya son cuatro los que funcionan en red: dos universidades y dos centros privados. El objetivo es convencer a los extranjeros que allí también se puede estudiar y conocer buenos lugares.

Tampoco las agencias quedan afuera: aunque algunas del exterior ya tienen convenios con institutos argentinos, ahora también se empiezan a sumar las locales. Travelingreen es la primera que lanzó un paquete turístico que incluye la enseñanza del español. Fue a través de un convenio con la Asociación de Centros de Idiomas y tiene previsto módulos de una semana que combinan clases y turismo. La idea es que los alumnos también puedan seguir un mismo curso en diversos sitios del país.

Todos esos actores –las dos asociaciones, las universidades, las provincias y la agencia– acaban de participar en Expolingua, una feria internacional de turismo idiomático que se realiza en Berlín. El stand argentino, auspiciado por el Inprotur, tuvo un record de visitas. Hubo alfajores, exhibición de tango y mucho interés en conocer cómo se puede aprender español en un lugar tan exótico como la Argentina.

Fte Andrés Osojnik

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