Epifanía, Manifestación del Señor
“Los Reyes que vienen de Oriente traen sus presentes para el Niño Dios. Encuentran al Niño dormido en pajas tendido al Dios de Israel”. Con el canto popular llegamos una vez más ante el pesebre, entramos en “el ámbito sagrado de la gruta de Belén para adorar, con los Reyes Magos al Niño Dios” (Mons. Dante B.)
Esta fiesta de la Epifanía , la Manifestación del Señor tiene su origen en la iglesia de Oriente. La Iglesia celebra en Navidad esta Epifanía, este “mostrarse” de Jesús. El se deja ver, se da a conocer; se muestra ante los pastores y los Reyes Magos como lo narra la Escritura en San Mateo (2,1- 12). Recibe de todos el cariño, el asombro y también los dones, las ofrendas que humildemente le traen. De acuerdo a la tradición de la iglesia del siglo I, se relaciona a estos Magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al Oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento del hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por descubrir y mantener un contacto con Dios. En esta manifestación de Dios se ve claramente la integración de todos los hombres en el plan de salvación. Se abre la esperanza para toda la humanidad: Dios viene para todos los hombres, la noche se ilumina y la estrella es visible y nos conduce a la contemplación de la hermosura de Su grandeza: ¡lleguemos a adorar al Señor; él está aquí! Nuestra sociedad, el mundo entero necesita recobrar el sentido de la presencia amorosa de Dios. El mundo quiere pruebas concretas de ese “Dios cercano”. “Nuestro Dios es un Dios que nos ofrece futuro. El está en el camino de cada hombre, de todo pueblo y nación, busca a sus hijos y se complace de estar con ellos y entre ellos. (Juan Pablo II). Esta Epifanía es una realidad concreta de ese querer de Dios de mostrarse cercano. El está ahí en la gruta y espera….Cada uno desde su libertad puede acercarse y presentar sus dones… ¿Qué es lo mejor que puedo dar “para adorar y festejar” al Dios con nosotros? El mejor regalo, nos lo ofrece El mismo: descubrir que el don de la vida de este Niño nos lleva a comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humanoCada uno sabrá encontrar el regalo que quiera ofrecer y quizás “nos repitamos” en dar gracias por la vida misma que hemos recibido y mirando al Niño, nos surja el deseo de aprender a valorarla, a cuidarla, a amarla. Quizás también, esta Fiesta nos anime, por amor al Niño a “hacernos regalo para otros” ser luz y epifanía para otros. Abriendo caminos nuevos de confianza, de respeto, de prestarnos mutua atención de lo que somos y necesitamos. Y así, la Estrella que guió a los Magos y permanece encendida desde la Noche Santa de Navidad, reavivará la esperanza y “nos asegurará el triunfo del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte” (Juan Pablo II). Fte Misioneras de la Inmaculada Padre Kolbe